
El verdadero valor de una persona no se mide por sus bienes, sino por su impacto. Lo que posees puede desaparecer; lo que aportas, permanece en otros. Una mente lúcida, una acción generosa, una palabra justa o una energía inspiradora tienen más peso que cualquier posesión material. Aportar es expresar tu esencia. No se trata de tener más, sino de ser más útil, más presente, más consciente. Es ahí donde se manifiesta el verdadero poder: cuando tu existencia mejora la de los demás.