Moverse calma la mente.
Simplemente actúo con naturalidad, por qué en mi mente no hay miedo ni duda.
La verdadera voluntad nace de una comprensión íntima de lo que somos capaces de hacer. No se trata de forzar el camino, sino de recorrerlo con naturalidad, confiando plenamente en la propia capacidad. Cuando la mente está libre de miedo y duda, cada acción fluye con propósito. La voluntad, entonces, deja de ser esfuerzo y se convierte en presencia: actuar no por obligación, sino porque se sabe que se puede. Es en ese estado mental, sereno y firme, donde la determinación se vuelve parte del ser, no solo del hacer.